Estas Navidades pasadas escuché como dos personas hablaban sobre el significado de ésta fiesta.
Una de ellas decía que todos los que celebramos la Navidad, sin creer en ella, es porque queda todavía en nosotros resquicios del catolicismo.
La otra decía que no, que en su casa trabajan todo el año, y que por haber diferentes días de descanso, no coinciden en las mismas fechas para comer todos juntos, a excepción de ese día. Que para ellos era una noche especial porque podían estar todos unidos, sin que tenga nada que ver el significado de esa celebración.
Al escucharlas, me di cuenta de que ambas tenían una parte de razón, como muchas personas que también celebran y añoran ese día sus recuerdos…
Para mí, celebrar la Navidad, es como volver al tiempo en el que era niña. Ver como mi padre se iba al monte y nos traía musgo natural para adornar el Nacimiento. Como mi madre cuando limpiaba la estufa de carbón, guardaba las escorias para formar el portal. Mi padre con una manguera que enganchaba al grifo de la cocina hacía un pequeño riachuelo, con un hilito de agua que iba a parar a un cubo tapado con una cortina, que había confeccionado mi madre. Y recuerdo como, con la harina pasada por un colador, hacíamos la nieve. Como días antes de colocar el Belén, mi madre tapaba la mesa cuadrada del comedor con un mantel de hule y se sentaba con nosotros a repintar algunas de las figuritas de barro que de tanto traerlas y llevarlas se les habían ido los colores. Era una tarde tan especial. De risas. De caerse los pinceles. De terminar con más pintura en las manos que en las propias figuras.
La cena con los abuelos. Lombarda. Paletilla de cordero asada en una cama de patatas y cebolla. Los dulces caseros. Turrón, mazapán, polvorones… un bizcocho. La sidra para los mayores, y para nosotros, la naranjada. Para todos significaba tanto la Navidad… por ese conjunto de cosas, incluso por la comida que era diferente. Para mis padres, el poder darnos aquella felicidad, que en otras épocas del año no era posible. Para los abuelos, el día de Reyes vernos abrir los regalos…
Para mí, la Navidad, sí es importante, pero no porque Jesús naciera en esa fecha, si no porque celebrándola hago un homenaje a mis padres y a mis abuelos, y aunque hace años que no están a mi lado, en esos días tan especiales para los niños, los siento más cerca de mí.
Una de ellas decía que todos los que celebramos la Navidad, sin creer en ella, es porque queda todavía en nosotros resquicios del catolicismo.
La otra decía que no, que en su casa trabajan todo el año, y que por haber diferentes días de descanso, no coinciden en las mismas fechas para comer todos juntos, a excepción de ese día. Que para ellos era una noche especial porque podían estar todos unidos, sin que tenga nada que ver el significado de esa celebración.
Al escucharlas, me di cuenta de que ambas tenían una parte de razón, como muchas personas que también celebran y añoran ese día sus recuerdos…
Para mí, celebrar la Navidad, es como volver al tiempo en el que era niña. Ver como mi padre se iba al monte y nos traía musgo natural para adornar el Nacimiento. Como mi madre cuando limpiaba la estufa de carbón, guardaba las escorias para formar el portal. Mi padre con una manguera que enganchaba al grifo de la cocina hacía un pequeño riachuelo, con un hilito de agua que iba a parar a un cubo tapado con una cortina, que había confeccionado mi madre. Y recuerdo como, con la harina pasada por un colador, hacíamos la nieve. Como días antes de colocar el Belén, mi madre tapaba la mesa cuadrada del comedor con un mantel de hule y se sentaba con nosotros a repintar algunas de las figuritas de barro que de tanto traerlas y llevarlas se les habían ido los colores. Era una tarde tan especial. De risas. De caerse los pinceles. De terminar con más pintura en las manos que en las propias figuras.
La cena con los abuelos. Lombarda. Paletilla de cordero asada en una cama de patatas y cebolla. Los dulces caseros. Turrón, mazapán, polvorones… un bizcocho. La sidra para los mayores, y para nosotros, la naranjada. Para todos significaba tanto la Navidad… por ese conjunto de cosas, incluso por la comida que era diferente. Para mis padres, el poder darnos aquella felicidad, que en otras épocas del año no era posible. Para los abuelos, el día de Reyes vernos abrir los regalos…
Para mí, la Navidad, sí es importante, pero no porque Jesús naciera en esa fecha, si no porque celebrándola hago un homenaje a mis padres y a mis abuelos, y aunque hace años que no están a mi lado, en esos días tan especiales para los niños, los siento más cerca de mí.