
Estoy en la parada del bus sintiendo como el frío me cala los huesos. Cuando subo algunos días, veo a un señor, del que no sabría decir su edad. Es un hombre pequeño que camina ayudado por unas muletas. Agradable. Sonriente. Siempre se queda hablando con el conductor. Nos bajamos en la misma parada, en la plaza del intercambiador, e invariablemente antes de llegar hace siempre el mismo ritual. Se pone el macutillo a su espalda y cuando para el autobús se deja escurrir hasta el suelo, pues sus cortas piernas no llegan. Se aferra a sus apoyos y baja. No puede doblar las rodillas. Anda de puntillas. No puede plantar sus pies en el suelo.
Como he dicho, hoy es una jornada fría de nieve y ventiscas. De paraguas rotos, tirados por doquier. Todo el mundo va deprisa, arrebujados en los abrigos, maldiciendo el día que hace. Sin embargo, ese hombre, iba a su paso. Con el rostro relajado, tranquilo. Esperando que el disco se pusiera en verde para cruzar. La gente le mira, pero él, seguro de sí mismo, pasa de toda esa curiosidad. Sigue adelante, demostrando una fuerza y un coraje, que para sí muchas personas que nos creemos “ normales” deberíamos aprender. Es otro ejemplo de superación. Nacido de la necesidad, pero de superación, al fin y al cabo. Hay quien lo ve y lo siente, y quien no lo comprenderá jamás.
Parabens pelo texto. Verdade, por vezes nos deixamos levar por tristezas e desanimos, quando existe infelizmente alguem que atraves dos seus verdadeiros problemas nos dao enormes licoes de coragem. Gostei!
ResponderEliminarDe todos podemos aprender. (:
ResponderEliminarSaludos !
Nos creemos que todo está lejos o que a nosotros nada nos puede suceder. Pero todo, todo puede ser.
ResponderEliminarBesos y amor
je